martes, 5 de mayo de 2015

Los Diez Responsos.


Del libro “El Diosero” de Francisco Rojas González.
Este texto nos narra de manera breve un relato que hace referencia a la muerte de un hombre de campo llamado “Placido Santiago”.

Fue un lunes por la tarde, su cuerpo fue en encontrado por varias personas que regresaban al pueblo de penales, venían de hacer tianguis en Ixmiquilapan, el estaba tirado en medio de la calle con una expresión de horror, a su costado estaba su perro “jolín” que cuidaba su cuerpo y pertenencias fielmente. El grupo de personas se dispusieron a llevarlo al pueblo pero antes de esto una anciana realizó una especie de costumbre del pueblo que trata de mojarse los dedos índice y pulgar, con ellos acariciar los lóbulos de las orejas de muerto, entre los varones se dividieron las pertenencias para cargar, mientras el resto comentaba que había sido atropellado por un carro mientras otros decían que por una camioneta, pero todos concluyeron que desde que los automóviles tienen acceso ya no pueden andar tranquilos ni en sus propias tierras.
Una vez trepado el cuerpo en el burro todos empezaron su recorrido,  al llegar su esposa “Trenidá” recibió su cuerpo sin lágrimas pero se notaba que el dolor se le atoraba en la garganta y en el pecho sin dejarla hablar, en seguida comenzó a hacer arreglos para recibirlo como se acostumbra en el pueblo, con unas ramas de huizache barrio la tierra de la choza, luego roció las cuatro paredes con agua bendita, después machaco en el metate unos terrones de cal y con el polvo dibujo en medio del piso una cruz ancha y larga, sobre ella colocaron el cuerpo modificando su postura de manera correcta y para terminar coloco en su pecho una imagen de la virgen de la merced.

Para entonces ya habían llegado más personas, algunos encajaron en la tierra una vela de estearina tan delgada como el dedo meñique, otro regó con flores de zempoalxochitl todo el pavimento, una mujer dejo a los pies de difunto un manojo de retama que lleno el ambiente con su olor, alguien más inicio el rezo que poco a poco se transformó en rumor, mientras tanto, el tío Roque Higuera informo que había mandado a llamar al cura de Ixmiquilpan para que rezara los ”Diez responsos” en beneficio del alma de Placido. Paso la tarde, la noche y a altas horas de la noche el pulque había apaciguado el dolor de todos, y de entre las voces se escuchó el grito de dolor de “Trenidá” que dejaba salir su pena, momentos después llego el ataúd y enseguida los compadres metieron el cuerpo en él y así dejaron que “Trenidá” le diera el último adiós a su marido, a la llegada del cura en un carro “Ford” todos se echaron de rodillas, el cura asperjó bendiciones, el cura apresuró la ceremonia mencionado que tenía prisa y más trabajo, al terminar los diez responsos, el tío Roque le pidió que le rezara un 11, el cura protestó pero al escuchar que podían contratar al otro cura lo hizo aunque de mala gana, el tío le dio un billete de cinco pesos, enseguida se retiró el ataúd, todos salieron tras de él excepto “Trenidá” que se encontraba comiendo frijoles, el cura al ver esto se sorprendió y dio a entender que parecía que su pérdida no le había dolido a lo que ella contesto “Mi marido con la ayuda de sus santos responsos ya está gozando de Dios, él se llevó mi corazón hasta el jollo; naiden podrá ocupar su lugarcito... pero no por eso debo dejar que se aceden los frijoles”, así sin decir palabra el cura se retiró, “Trenidá” con lágrimas en las mejillas continuo comiendo a sus pies echado su perro esperando su turno.

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